La fé cristiana distinta a las demás religiones.
La fe cristiana es diferente de las creencias de otras religiones.
En otras religiones, la gente busca a Dios a tientas, con su propia lógica, y eso no es suficiente para encontrar a Dios.
Por otra parte, en el cristianismo, Dios mismo sale al encuentro del hombre: Dios se ha encarnado y se ha revelado. La fe cristiana implica aceptar la verdad revelada por Jesucristo.
Los apóstoles predicaron esta verdad y luego escribieron sobre ella en el Nuevo Testamento.
Los textos sagrados de otras religiones pueden contener elementos positivos.
Pero los libros que están apropiadamente inspirados por el Espíritu Santo son los únicos libros de la Biblia.
La Biblia está inspirada por Dios y enseña consistente, fiel y sin error todo lo que concierne a nuestra salvación.
3- Jesucristo es el único Señor y Salvador.
“No hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en el que podamos ser salvos” (Hechos 4:12). “Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre, el cual se entregó a sí mismo en rescate por todos” (1 Timoteo 2:4-6). Esto no impide que María, la madre de Jesús, interceda por nosotros ante su hijo, como sucedió en las bodas de Caná (Juan 2,3-9).
4.- En la cruz, Cristo pagó por nosotros la deuda de Adán y, derramando su sangre, abolió la antigua confesión. Cristo no nos salvó con oro ni plata, sino con su sangre preciosa, como un cordero manso (1 Pedro 1:19). “Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por muchos” (Marcos 10:45). Jesús explicó su muerte como una renuncia total al amor por la salvación de la humanidad.
Las palabras de la Última Cena lo muestran: “Esto es mi cuerpo, que por vosotros es entregado…
Ésta es la copa de la nueva alianza en mi sangre, que por vosotros es derramada” (Lucas 22,19-20).
La cruz es la máxima declaración del amor de Dios por nosotros, porque “nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos” (Juan 15:13).
“Cuando aún éramos pecadores, Cristo murió por nosotros” (Romanos 5:8).